Me sorprende observar que estamos perdiendo la capacidad de asombro. Me desconcierta el afán por lo que es nuevo y la poca capacidad para interiorizar, disfrutar y agradecer la novedad. Leo en la mirada de muchos de los que me rodean necesidad de cambio constante, de que pasen cosas, de que salgan nuevas ideas para que pasen de moda lo más rápidamente posible y sean sustituidas por otras.
La costumbre de que cada día podemos esperar algo nuevo nos lleva a la pérdida colectiva de la capacidad de asombrarnos. Me refiero a la mirada ingenua que se admira por las cosas que suceden a su alrededor, que es capaz de agradecer lo que se ha puesto a su disposición y hace el esfuerzo para entenderlo y utilizarlo antes de apartarlo o rechazarlo. Asombrarse es admirar a aquellos que son mejores para poder aprender y mejorar y también es no sentirse el propietario de lo que se posee si no un simple depositario que tiene el deber de compartir, ya que para asombrarse hay que hacer converger la mirada propia y la de los demás. Sin empatía no hay capacidad de asombro.
Desde otra perspectiva el asombro también va unido a la compasión; la insensibilidad frente a la violencia, frente al sufrimiento, la propia comoditización del dolor al haberlo convertido en un genérico con el que hay que convivir, nos conduce a una forma de vida deshumanizada. Que estemos cenando mientras vemos por la televisión como en alguna parte del mundo alguien está siendo literalmente despedazado no es un tópico, es una pena.
Si llegáramos a perder la capacidad de asombro nuestra marca personal se resentiría. Quien no es capaz de maravillarse y de indignarse por lo que pasa a su alrededor, quien no tiene la sensibilidad de captar necesidades propias y ajenas, quien es insensible al dolor no puede aportar soluciones, no tiene propuestas de valor. Sin asombro no hay propuesta de valor y la marca se desvanece. Sin propuesta de valor no hay quien deje huella en el corazón de los demás. Los niños y los que no tienen mucho que perder mantienen la capacidad de asombro.
¿Podemos aumentar, renovar o recuperar nuestra capacidad de asombro? Yo estoy convencido de que es posible y lo voy intentando día a día con esfuerzo y algo de imaginación, no es un camino fácil pero los resultados valen la pena.
En primer lugar vale la pena intentar vivir el momento presente agradeciendo las cosas que tenemos. El silencio y la meditación son de gran ayuda. Unos minutos al día son suficientes.
El cambio de actitud frente a las cosas es fundamental. Quererse sentir voluntariamente ignorante para ver con nuevos ojos lo que ya se conoce, es necesario desterrar la creencia de que estamos de vuelta de todo y de que nada es capaz de sorprendernos. Plantearse la vida como un juego, jugar con los que convivimos, buscar el punto absurdo de las situaciones nos afilará el sentido del humor y nos abrirá una nueva mirada.
El diseño nos ayudará a reencontrar el sentido de las cosas. Diseño es la capacidad de dar sentido a los objetos cotidianos, funcionales, para hacernos profundizar en su esencia y redefinir su presencia.
Si vamos por este camino nos asombraremos, seguro.
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Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.
Me parece tambien bien claro. Faltan el asombro y el sentimiento de gratitud. Muy bien expresado. Michel