“Estaba una zorra con mucha hambre,
y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas,
quiso atraparlos con su boca.
Mas no pudiendo alcanzarlos, se alejó diciéndose:
– ¡Ni me agradan, están tan verdes…!
La zorra y las uvas – Esopo
Todos, alguna vez, nos hemos visto en una situación similar a la zorra que quería coger las uvas y al ver que no llegaba, pensó que realmente no las quería.
Con esta fábula, Esopo nos ilustra una característica humana que, miles de años después, conocemos como disonancia cognitiva.
Imagínate a ti en esta situación: Se acaba el invierno. Tienes un montón de ropa de abrigo y ya no la necesitas. Alguna la guardarás, pero decides que muchas de estas prendas ya no las vas a usar más. Antes de tirarlas y bajo tu firme creencia de que hay personas que pueden necesitarla, decides aprovechar un rato que tienes antes de una reunión con un cliente, para llevar la ropa a un centro social.
Metes la ropa en una bolsa. Te plantas en la puerta del centro. Pero… ¡Sorpresa! El centro está cerrado.
Ante esta situación inesperada, tu cerebro empieza a debatir internamente y a toda velocidad que es lo que vas a hacer ahora. ¿Vuelves a casa a dejar la ropa? probablemente llegarás tarde a tu reunión ¿Dejas la ropa en la puerta, no asegurándote que la vayan a recoger las personas más necesitadas? ¿Te deshaces de la ropa del modo “tradicional”, dejándola al lado del contenedor de basura?
De repente, un acto de buena voluntad, alineado consistentemente con una de tus creencias más arraigadas (llamémosle «ser solidario«) se convierte en un problema: Bienvenida disonancia cognitiva.
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Y LUEGO… EL AUTOENGAÑO
La disonancia cognitiva se basa en la coherencia o, mejor dicho, en su ausencia.
Es el malestar con el que rellenamos el hueco que existe entre lo que creemos y lo que hacemos o vamos a hacer.
A las personas nos encanta la coherencia. Y no nos gusta nada no ser coherentes.
Y cuando eso sucede, hay que reconocerlo, nos autoengañamos “como bellacos” para sentirnos mejor. (¡Recuerda!: autoengañarse significa engañarse a uno mismo, no a los demás.)
Quizás, siguiendo con el ejemplo anterior, construiríamos una “excusa” semejante a:
– Estoy convencido de donar la ropa a la gente necesitada (quiero ser solidario) pero no puedo (¿¿¿no puedo??) llegar tarde a esa reunión” (aunque no lo reconozca, la puntualidad prevalece sobre la solidaridad en ese instante. Eso quizás no sea socialmente aceptable. Y me autoengaño) –
¿CÓMO CORREGIMOS NUESTRAS INCOHERENCIAS?
- Cambio conductual:
Buscar una conducta lo más cercana a nuestra creencia:
“Si dejo la ropa en la puerta, lo más probable es que la recoja alguna persona necesitada”.
- Añadir nueva información consonante:
Buscamos nueva información que haga de soporte ante una acción que vamos a hacer
“Dejaré la ropa cerca del contenedor normal. Si está afuera, alguien necesitado la podrá recoger más fácilmente”.
- Trivialización:
Infravalorar la importancia de los comportamientos inconsistentes:
“Bueno, son cuatro trapos y están prácticamente rotos… ¡Y siempre que puedo, reciclo! Al menos lo he intentado…«
ACEPTACIÓN FORZADA
Algunas veces también sucede que nos “vemos obligados” a hacer o decir cosas inconsecuentes con nuestros verdaderos valores o creencias.
- “Por supuesto jefe, invertir 1000€ al mes en la quiniela de fútbol es una excelente decisión” –
- “Entiendo perfectamente que me ponga usted esta multa agente“-
En las ocasiones en las que no podemos cambiar nuestro comportamiento, nuestra vía de escape se centra en cambiar nuestros valores, o jugar con ellos: sobreponer unos a otros según nuestra conveniencia:
- “No puedo perder el trabajo y el jefe manda en este negocio. Si pierde 1000€ al mes echando una estúpida quiniela, no es culpa mía -.
Pero si lo pensamos bien, la mayoría de las veces, las razones para admitir un comportamiento que es incoherente con nuestros valores o creencias son sorprendentemente sesgadas, cortoplacistas (es probable que tu jefe tarde poco en bajar la persiana si tira a la basura mil euros mensuales y tú, en el fondo, lo sabes).
Bien, ya te he presentado el concepto “disonancia cognitiva” para que seas consciente en el mayor grado posible de cuando ésta está afectando en tu comportamiento.
Ser consciente de ello nos permitirá tomar decisiones más meditadas para ser capaces de:
- Tomar consciencia de nuestros valores.
- Dibujar nuestra propia escala de valores.
- Tomar decisiones más fundamentadas en ellos.
- Ser consecuentes con lo que decimos y hacemos.
- Engañarnos lo menos posible a nosotros mismos.
- No trivializar en exceso.
- Tomar el control y la responsabilidad de nuestras propias acciones, no pasar la “culpa” a la mala suerte, a las “exigencias del guion” o al “imposible”
- Trabajar para crear cambio en nosotros, para trasladarlo a nuestro entorno.
- Ser más coherentes con nosotros mismos y por tanto, más creíbles para los demás.
Consultor, formador y conferenciante independiente especializado en personal branding, comunicación digital humana y marketing on-line. Licenciado en Psicología (UB). Acumula más de 6 años de experiencia desarrollando, implementado y potenciando estrategias de marca personal para clientes de varios sectores profesionales, así como la realización de formaciones y conferencias sobre marca personal, marketing digital y psicología tanto en empresas como en entidades públicas.