Una heroína anónima de carne y hueso: Elisabeth Eindenbenz, por @jordicollell

Me llamaron y fui. No me lo pensé mucho. Ha sido una suerte poder hacer lo que había que hacer

Algunas veces la misión es tan potente que cuando se presenta la ocasión no deja lugar a dudas ni preguntas. Este fue el caso de Elisabeth Eidenbenz, una enfermera y maestra suiza, nacida en 1913, que con su tenacidad ayudó a nacer a casi seiscientos niños librándolos de una muerte segura.

Tras el descalabro republicano en la Guerra Civil Española centenares de miles de españoles cruzaron la frontera francesa el mes de enero de mil novecientos treinta y nueve. Las autoridades del vecino país no pudieron, supieron o quisieron hacer frente a la avalancha humana y alojaron durante largos meses a las huestes de refugiados en campos de concentración, muchos de ellos ubicados sobre la arena de las playas del sureste del país galo. Entre los recién llegados había soldados del ejército republicano y ciudadanos españoles temerosos de las represalias del régimen franquista, y entre ellos mujeres embarazadas. La mortalidad de los recién nacidos en los campos de concentración era del noventa y cinco por ciento.

Eidenbenz llegó a España en 1937 como voluntaria de Ayuda Suiza, se instaló en Burjasot para realizar tareas humanitarias y en 1938 se repatrió. El descanso duraría poco ya que unos meses más tarde fue reclamada para que prestara ayuda a los refugiados españoles del sur de Francia.

En las playas de Argelés sur Mer fue espectadora de las nefastas condiciones que soportaban las mujeres embarazadas internadas en los campos y decidió poner su grano de arena para mejorar su situación.

En la cercana localidad de Elne encontró una mansión cuyo techo amenazaba ruina y gracias a la ayuda recibida de su organización la rehabilitó y la convirtió en maternidad. El mes de diciembre de mil novecientos treinta y nueva abría sus puertas la maternidad de Elne.

Pasaron por las instalaciones centenares de mujeres, muchas llegaban en estado paupérrimo y allí podían alimentarse correctamente, tener la adecuada atención médica y el imprescindible calor humano para poder abordar la maternidad.

Nacieron quinientas noventa y siete criaturas.

La maternidad no fue ajena a las circunstancias bélicas que vivió Francia y tras la capitulación del ejercito francés ante las tropas alemanas llegaron también a la maternidad mujeres judías que huían de la persecución francesa y alemana. Fueron momentos de vileza, pero en la maternidad no se hacían distinciones.

Cuando las tropas del Tercer Reich ocuparon la Francia de Vichy, llegaron hasta Elne y, como era de suponer, la Gestapo se interesó de manera reiterada por las actividades de la maternidad y Elisabeth fue detenida en alguna ocasión pero se mantuvo firme y consiguió que la maternidad siguiera abierta hasta la invasión de Normandía.

Elisabeth volvió a Suiza y fue despedida de la Cruz Roja, organización con la que Ayuda Suiza se fusiono en mil novecientos cuarenta y dos, por desobediencia, había retado las leyes colaboracionistas y nazis y se esperaba de ella una postura neutral.

Pero continuó su labor ayudando a los demás, esta vez en Viena con las personas cuyas casas habían sido destruidas y posteriormente, a partir de 1956, en pro de la integración de las mujeres.

Falleció en Suiza en 2011.

El relato no necesita más palabras. Es uno de estos casos en los que el mundo se convierte en un lugar un poco mejor, a pesar del caos y del infierno humano, gracias a personas que quieren y saben estar en el lugar adecuado y se convierten en luz.

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