Hábitos que dejan marca: ¿los conoces?, por @jordicollell

Detrás de toda gran marca personal hay actitudes y hábitos potentes. Que nuestra huella sea profunda depende de la manera como nos movemos por la vida, del día a día que nos va forjando una manera de ser que los demás perciben, interiorizan e interpretan como nuestra y recuerdan cuando no estamos presentes. Hay hábitos que dejan marca.

Lo que hacemos, lo que dejamos de hacer y el modo como lo hacemos causan un gran impacto en nuestra marca personal y por ello hemos de ser al máximo conscientes de lo que nos puede beneficiar o perjudicar para cambiar, porque no somos seres estáticos y mejorar no sólo es siempre posible si no que impregna nuestra identidad. Hemos nacido para mejorar y por esto tomamos las riendas de nuestra vida y nuestra marca; descubrirlo y aceptarlo nos da una visión positiva de la vida teniendo en cuenta que los indicadores de mejora los fija cada cual porque son personales e intransferibles y lo que es bueno para uno no tiene por qué serlo para los demás.

Hay aspectos que marcan nuestra manera de actuar y que reflejan una manera de ser que pueden tener un impacto perjudicial y que es bueno tenerlos bajo control. Hagamos un pequeño chequeo y estaremos en condiciones para decidir si tenemos que poner en marcha algún plan de mejora:

  • No tener en cuenta nuestro propósito en las decisiones del día a día. Si la cotidianeidad nos aparta de lo que nos define como personas y como profesionales corremos el riesgo de abrir una vía de agua en nuestro casco y corremos el riesgo de naufragar. Por pequeño que sea un apunte en nuestra agenda si no es convergente con nuestro propósito es evitable.
  • Comunicar mal. Si no comunicamos no existimos per si lo hacemos mal nos complicamos la vida. Hay situaciones en las que la comunicación se debe hacer cara a cara sobre todo las que afectan a las relaciones personales y otras en las que se puede usar cualquier otro medio a nuestro alcance. El cara a cara es siempre arriesgado porque no podemos prever la reacción de nuestro interlocutor y muchas veces preferimos otras vías. Quien no quiere dar la cara lo que da es la sensación de que esconde algo, que no es trigo limpio. Para comunicar bien usemos siempre medio adecuado.
  • Dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Tanto en lo que se refiere a proyectos como a decisiones. Algunas veces es bueno dejar que las ideas maduren pero si lo hacen en exceso se acaban pudriendo. Y cuando la situación se repite en exceso los demás nos reconocerán por ello y no es positivo.
  • Reaccionar de manera visceral. Suele ser lo contrario del punto anterior y una consecuencia de no usar el canal adecuado de comunicación. Hacer las cosas sin pensarlas puede dejar hilos colgando que acaban yendo en contra de lo que queremos conseguir y por otro lado cuando no usamos la comunicación verbal se nos puede ir el dedo y decir cosas de las que podemos arrepentirnos.
  • No saber decir no. Va íntimamente unido al primer punto. La propuestas que nos aparten de nuestro propósito deben recibir un no como respuesta porque si las aceptamos se convertirán en ladrones de tiempo que nos impedirán hacer las cosas importantes.
  • Hablar mal de los demás. Cuando no están y no pueden defenderse. Algunas veces se utiliza el recurso a la crítica ajena como un elemento aglutinador entre personas porque a falta de otras metas el tener un enemigo común resulta un sucedáneo fácil, tan fácil que al final se puede girar en contra del promotor que de ser el líder ocasional pasa a ser un elemento tóxico.
  • No descansar. Querer aprovechar la vida al máximo no tiene que ser sinónimo de no tomar los respiros necesarios para recargar las baterías. El descanso ofrece la posibilidad de tomar distancia con las tareas, recuperar energía y aleja el peligro de quemarnos y desmotivarnos. El que va descansado hace mejor cara y no lo olvidemos, la cara es el espejo de la marca personal.

Foto: Gratisography

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