Hedy Lamarr, mujer excepcional, por @javisantamarta

A veces dejar marca cuesta lo suyo. Y no porque uno no llegue a ser un profesional de éxito; todo lo contrario. Sino porque el reconocimiento en ocasiones, acaba convirtiendo en marca lo que uno no tenía claro que fuera a ser por lo que pasaría a la posteridad.

Quién era Hedwig Eva Maria Kiesle

Eso le ocurrió a la jovencísima estudiante de ingeniería Hedwig Eva Maria Kiesle, una vienesa superdotada que a sus 16 años ingresó en la universidad de ingeniería con un futuro más que prometedor para la ciencia, pero cuya imagen ha quedado mucho más reflejada en los recuerdos de salas cinematográficas clásicas como el Roxy o el Odeón, en donde su belleza imposible la llevaría a ser imagen incluso de empresas como la Corel Corporation, siendo su rostro la marca del popular CorelDraw durante años.

De ingeniería al cine

Cosa habitual en las grandes mentes, su amor derivó hacia otras artes, en el caso de ella hacia las escénicas, marchando a aprender y actuar en un teatro berlinés donde su director, Max Reinhardt, la introdujo en el mundo del celuloide, siendo gracias a la película checa Éxtasis en la que aparecería desnuda integralmente (la primera mujer que saldría de tal guisa en la historia del cine por cierto), donde su fama y conocimiento mundial empezaría. Una belleza serena, clásica y enigmática… que la llevó a un matrimonio y a un posterior divorcio con un preboste del armamento. Lo que no era mal negocio en esos años treinta, más si eres amigo personal de un tal Hitler y Mussolini como el flamante marido de Hedwig lo era.

Traslado a Estados Unidos

Gracias al productor de Hollywood Louis B. Mayer, presidente y uno de los fundadores de la Metro-Goldwin-Mayer, pudo escapar finalmente de esa Europa al borde de la locura, tras una serie de rocambolescas aventuras que no vienen al caso pero que dan para una buena novela, o más apropiadamente en su caso, una buena peli. Mayer quiso presentarla como la mujer más bella del mundo (sic) a su llegada a California, donde sería una extraña con un sorprendente título de ingeniería y una experiencia vital aún más sorprendente con apenas 28 años. Trabajaría con Clark Gable y Spencer Tracy, o bajo la dirección de Cecil B. DeMille por poner algunos ejemplos, mas los éxitos en el mundo del cine no fueron (ni serían) tan fulgurantes como se esperaban, aunque su nombre artístico, Hedy Lamarr, lo iba a ser en todo el mundo.

La guerra irrumpe en escena

Un mundo… en guerra. La Segunda Guerra Mundial ya era un hecho, y la vienesa de origen judío que era Hedy, excelente conocedora de materia reservada sobre la industria armamentística como consecuencia del matrimonio ya mencionado, quiso poner tales conocimientos y su inteligencia superior a favor de la causa aliada. Esto sería el inicio de una carrera profesional que simultaneará con el cine, en donde su nombre seguiría siendo conocido, pero no el de Hedwig Kiesler Markey con el que firmaría sus patentes. Apellido, el de Markey, que sería el de su nuevo marido en aquel momento. Costumbre anglosajona que afortunadamente no tenemos por estos lares, pero que en el caso de Hedy supondría su nulo reconocimiento personal, especialmente como mujer.

A ella le debemos el WIFI y el bluetooth

¿Y qué tendría que reconocerle el mundo a esta ingeniera–actriz de inteligencia pareja a su belleza, malgré elle? Nada menos que un invento sin el cual hoy no tendríamos cosas tan fundamentales en nuestros días como el Wi-Fi, el GPS o el Bluetooth. Por lo demás, ¡casi nada! Cuando con ocasión de una cena, Hedy conoció al polifacético músico George Antheil, una mente tan brillante como la suya y con la que surgió una afinidad inmediata, era lógico que ambos dos pronto pusieran en común su empeño hacia la consecución de la victoria aliada.

El invento

En una guerra, en cualquiera, el asunto de las comunicaciones queda claro que es una prioridad. El problema surge especialmente cuando pueden ser interceptadas por el enemigo. Y de esta vicisitud, iba a surgir la idea sobre la que iban a desarrollar un gran invento. Se pusieron a trabajar en el diseño de lo que posteriormente se conocería como “espectro expandido” o “espectro ensanchado”. Un sistema de frecuencias de radio que permitiría que los misiles fueran teledirigidos eficazmente contra los submarinos. La ingeniera y el músico aprovecharon sus conocimientos precisamente sobre música para llevar a cabo un ingenioso método que hacía imposible el interferir en la trayectoria de un torpedo. Un sistema con 88 frecuencias. El mismo número de teclas que tiene un piano.

Aplicaciones

La patente tendría fecha de 11 de agosto de 1942, pero jamás fue usada en la Segunda Guerra Mundial. La empresa estadounidense Silvania Electronics Systems Division en 1957 empezó a utilizarla con éxito para vendérsela al gobierno norteamericano, que obviamente la emplearía para fines militares como fue pensada (y como así comenzó Internet), siendo usada con éxito durante la Crisis de los Misiles de 1962, o posteriormente tras avances y mejoras en la Guerra de Vietnam, y así sucesivamente hasta que a partir de 1980 se empezó a trabajar su uso civil en las comunicaciones llegando a esos sistemas de compartición de datos mediante la luz azul o con las ansiadas barritas de cobertura y potencia que buscamos con nuestros dispositivos móviles.

Más inventos

Cuando el gobierno americano adoptó los resultados que la patente de Hedy Lamarr iba a proporcionarles, hacía tres años que los derechos de la misma habían caducado. En cualquier caso, ella la había ofrecido en su momento gratuitamente. Trabajaría también en la invención de un tipo de semáforo mejorado, y hasta en una tableta efervescente que pretendía producir un refresco inmediato al disolverse en agua pero que, en palabras de Hedy Lamarr, “sabía como una tableta de Alka-Seltzer”.

El día del Inventor

Nació el 9 de noviembre. Fecha que es considerada internacionalmente como el “Día del Inventor”. En su honor. ¡Qué menos para quien dejó marca sin ser la que debiéramos de conocer!

Imagen: Wikimedia Commons

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