Identidad, haiku y marca personal

En estos últimos días he tenido la suerte de compartir conversaciones con tres excelentes profesionales de diversos ámbitos. Aunque no se conocen entre sí, los tres comparten algunas características: son muy buenos en lo que hacen; han conseguido compatibilizar vida personal y profesional; se sienten bien, están a gusto con lo que hacen y el dinero no es su motivación principal en la vida. Tampoco son partidarios de que los cambios que les permitan ganar mayor visibilidad provengan de una desvirtuación o «teatralización» de sus vidas, es decir, una ruptura con sus valores y su identidad. Dos de ellos llegaron a decirme con distintas palabras, respondiendo a aquello que yo entendía que les podría ayudar a ganar «mayor presencia»: «YO SÓLO SÉ SER EL QUE SOY» (permitidme que en esta ocasión escriba la gran lección aprendida en mayúsculas).

Efectivamente, para tomar el control de las etiquetas que, quieras o no, te van a poner, y para que se parezcan lo más posible a lo que tú quieres que sean debes partir de ti mismo, de conocerte, de tu identidad, debes saber bien quién eres. Porque esto posibilitará saber qué puedes aportar y en qué te diferencias, algo que es, en última instancia, la consecuencia de una buena gestión de los recursos del personal branding.

Tu identidad es la versión auténtica y más r Haiku / http://ikebanasanguepa.blogspot.com.es / Creative Commonseal de ti mismo, o, como nos recuerda una de las definiciones del diccionario de la RAE, identidad es «la conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás».

Una vez que te reconoces íntimamente, puedes comprender más fácil qué puedes aportar, qué puedes hacer y en qué te diferencia de los demás, es decir, puedes acceder a tu producto. En este sentido, quiero compartir con vosotros cómo concibo la relación entre identidad y producto referida al personal branding. Suelo decir que «no quiero que me digas quién eres sino que prefiero que lo que hagas me diga quién eres». Hay una intersección inequívoca entre ser y hacer, verbos que se retroalimentan y se autodefinen mutuamente para el éxito personal y profesional.

Seguro que si estás interesado en la poesía has escuchado hablar o has leído algún haiku. Si pensamos en literatura japonesa, inmediatamente nos vienen a la cabeza estos breves poemas.

El haiku es la quintaesencia de la poesía japonesa. Se trata de poemas que en su brevedad contienen la totalidad de la vida.

Si hacemos una lectura superficial, podemos tener la impresión de que es un texto cargado de literalidad e, incluso, que no aporta nada, pero es justamente al contrario, es el canto emocionado del poeta al éxtasis que le produce la naturaleza. Trata de despertar y poner en solfa cada detalle de la naturaleza: lo que vemos y lo que no vemos.

El haiku, en palabras de José María Bermejo, surge de la «honda comunión con la naturaleza que nos revela lo que somos». El poeta Matsuo Bashô sugería «seguir la naturaleza, volver a la naturaleza», pues, según él, «la naturaleza transmite, en forma cambiante, la verdad inmutable. Desde ese centro que irradia sobre todo, nada es indigno de ser observado y cantado». Y yo pregunto, ¿no es acaso nuestra identidad ese centro que nos permite irradiar sobre todo, y, en definitiva, dejar la huella que nos permita ser la opción preferente?

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