Muchas veces nos damos cuenta de que hemos de gestionar nuestra marca personal cuando nos vemos en la necesidad de empezar algo nuevo. Se trate de un proyecto profesional, de algo personal, de una actividad lúdica, de una dieta o de lo que sea, intuimos que un cambio es necesario y nos ponemos manos a la obra.
Una de las creencias más arraigadas para quedarnos en nuestra zona de confort y no hacer nada es creer que ya es demasiado tarde para iniciar lo que queremos. Somos ya muy mayores, hay otros que han ido por delante y el que dirán los demás son pensamientos que nos vienen a la cabeza de manera reiterativa. ¿Hemos perdido realmente el tren o siempre hay un apeadero preparado para que subamos?
Os contaré una historia personal que me ha dado mucho que pensar en los últimos años y que cada vez que quiero cambiar algo o empezar algo nuevo recuerdo para llenar el depósito de ánimos hasta el tope. Nunca es tarde.
Hace ya algún tiempo y bien entrado en la cuarentena, cuarenta y bastantes para ser más precisos, decidí iniciarme en el esquí. Uno de mis hijos acababa de cumplir tres años y pensamos en casa que un deporte familiar podría ayudarnos en el futuro a compartir momentos de ocio de manera divertida.
Yo he sido siempre poco deportista, es más vengo de una estirpe poco hermanada con el deporte en general, más por falta de habilidad que por falta de ganas. Empezar a esquiar en plena madurez era todo un reto y cuando lo contaba por mis círculos habituales siempre había una insinuación más o menos reiterativa, se me había pasado la edad.
Como soy muy testarudo y genéticamente optimista hice de las tripas corazón y me dispuse a lanzarme por pendientes increíbles.
La primera decisión que tomé fue no hacerlo solo, optimista si pero con un gran respeto por mi integridad me busqué un profesor que me acompañara. Los primeros tiempos fuero duros, muy duros, y no hace mucho este profesor me confesó que estuvo a punto de tirar la toalla, caídas frecuentes y un pavor a los desniveles que me dejaba petrificado. Poco a poco me fui dejando ir, miré los vacíos de soslayo y pude bajar por sitios antes impensables. Apoyarse en un profesional en momento de cambio y de inicio de actividades puede ser el primer paso hacia el éxito.
Paralelamente a mis lentos progresos fueron apareciendo en mi vida personajes dispuestos a ponerme las cosas difíciles. Vamos a ver algunos de sus prototipos:
- El tóxico que siempre me recordaban mi falta de responsabilidad hacia mi integridad física y los muchos riesgos que corría. Normalmente se trataba de personas frustradas por no haber sabido poner orden en su vida y haberse atrevido a salir de su zona de confort.
- El bocas que me contaba sus grandes hazañas bajando pistas negras, el top del top en esquí, para finalmente hacerme ver que estaba a años luz y que nunca llegaría tan lejos. Creo que descubrí un fondo envidioso ya que ponía en evidencia su falta de decisión para hacer cosas nuevas en su vida. Al final me ayudó en gran manera el tomar consciencia que soy yo el que me pongo mis propios objetivos y que lo que hagan los demás no me sirve.
- El banalizador dispuesto a poner en evidencia la inmaterialidad de mi decisión, vaya que estaba perdiendo el tiempo y que si me esforzaba en algo tan aparentemente poco productivo es que posiblemente me sobraban tiempo y recursos. De esto me he encontrado muchos en mi vida, siempre mirando a corto plazo sin y sin ninguna capacidad de empatizar.
- El profeta. Este tipo de personaje apareció en un momento más tardío, cuando alguien me embistió por detrás y me rompió una pierna. Parecía que estaba escrito que empezando a mi edad algo malo había de suceder. A pesar de sus esfuerzos, una vez recuperado de la fractura, que por cierto no fue tarea fácil, me volví a calzar los esquís.
- Gracias al apoyo incondicional de mi esposa pude vencer los siniestros cantos de sirena invitándome al abandono.
En cualquier cambio o nueva actividad es importante escuchar las opiniones de los demás de manera crítica, apoyarse en las personas que nos pueden impulsar y rechazar de manera directa y sin ninguna contemplación al resto.
Equivocarse es el salvoconducto hacia el éxito
Levantarse pronto por la mañana para zambullirse en un medio hostil cuesta. Y si sabes que es probable que acabes cayendo una y otra vez todavía más. Preguntarse que estoy haciendo aquí mientras te levantas es algo muy frecuente pero sin caídas ni esfuerzo no hay posibilidad de hacerlo mejor porque después de cada caída aprendes, como no, la manera de que no vuelva a suceder y cuando lo consigues agradeces el no haberte quedado en la cama.
Equivocarse es el salvoconducto hacia el éxito. Caerse no es lo importante sino lo que aprendemos mientras nos levantamos para que no vuelva a suceder.
Y al final lo que ha ayudado a tener la tenacidad en esta historia es el tener claro dónde quería llegar. Me veía compartiendo con mi familia momentos inolvidables. Tener presente lo que queremos conseguir es el antídoto para el desánimo.
Cada vez que voy a hacer algo nuevo y sobre todo cuando veo que me cuesta me acuerdo de mi historia y aprieto el acelerador a tope.
Cuando gestionamos nuestra marca personal es importante tener referentes personales, propios o ajenos, que nos ayuden en los momentos de incertidumbre.
Y que sea demasiado tarde o no depende sólo de nosotros.
Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.
Estimado Jordi, cuanta razón tienes en tu artículo, es que en la en la zona de confort se está tan bien.
Un saludo