La utopía del personal branding político, por @guillemrecolons

El personal branding político puede ser apasionante o inexistente. Me explico: en un sistema como el estadounidense es apasionante. Y en uno como el español es inexistente. Permíteme que razone esta afirmación.

¿Dónde está la marca, dónde el producto?

El caso EEUU

Si tuviéramos que analizar la política estadounidense bajo el prisma del branding, veríamos:

  1. El partido político no es marca ni producto, es plataforma.
  2. Las personas que militan en esa plataforma pueden divergir en puntos de vista. Esos profesionales, los políticos, tienen marca propia en cuanto que pueden defender puntos de vista alejados de programa global de la plataforma. La marca, por tanto, la ostentan los candidatos, sus propuestas de valor son propias. La recaudación de campaña es gestionada por ellos. Al equipo lo eligen ellos, y no la plataforma.
  3. El producto, en este caso, lo constituyen aquellos proyectos que pueden cubrir las necesidades de los votantes (clientes).
  4. El caso particular del Senado es de una cámara de representación territorial que acoge a un senador por estado.

El caso España

  1. En este caso, el eje central del branding se ejerce desde el aparato del partido, que marca las directrices de lo que se debe decir y hacer. Eso ocurre tanto en el aspecto estratégico (programa) como en los mensajes que se lanzan diariamente a los medios. El partido es, por tanto, la marca.
  2. El rol de producto queda reservado al programa, elaborado por el órgano de dirección del partido sin participación del resto de profesionales, pero sí con aprobación de los mismos a través de congresos ordinarios que suelen celebrarse cada cuatro años.
  3. Los políticos, cuya misión es la de defender y divulgar el programa (producto) y los valores de la marca (partido) no pueden divergir de la línea oficial. No tienen independencia económica. El recaudador es el partido (la marca) que recibe asignaciones del estado en función de sus resultados y también donaciones limitadas por parte de particulares y empresas.
  4. El Senado en España no corresponde a una cámara de representación territorial, ya que los senadores son elegidos con criterio proporcional a población y porcentaje de voto, estando compuesto hoy por 266 senadores, un número muy superior al de comunidades autónomas o provincias. En términos populares al senado se le asigna el rol de cementerio de políticos retirados, y varios partidos han solicitado su supresión.

Personal branding político

En EEUU el personal branding político es clave para el éxito de una candidatura, ya que el candidato suele tener mayor peso que el partido e ideas propias y diferentes a otros colegas de partido. En el Reino Unido no hay tanta libertad, pero con el Brexit hemos visto como políticos de un mismo partido han defendido opciones opuestas.

En España el personal branding político tiene un peso mínimo, ya que los mensajes vienen condicionados por marca (partido) y producto (programa). En este caso, el personal branding se ciñe a aspectos como competencias de oratoria, imagen personal, y en algunos casos gestión de perfiles en redes sociales y blogs (que en muchos casos gestiona el partido).

Recientemente se ha producido un debate en España con respecto a la disciplina de voto del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy (PP). Una gestora provisional ha determinado que el partido debe facilitar la investidura del Sr. Rajoy a través de la abstención, y no da libertad de voto a los miembros del partido con derecho a voto (diputados del Congreso) con amenaza de expulsión. ¿Polémico? No. Es el sistema, que está orientado a los intereses del aparato (la marca) y no a los del votante (el cliente).

Podríamos concluir que el personal branding político, entendido desde una perspectiva holística, es una utopía en España.

Si necesitas información sobre workshop específico, visita esta página: Personal Branding Político.

Imagen: The West Wing

1 comentario en «La utopía del personal branding político, por @guillemrecolons»

  1. Los que hemos vivido y estudiado en EEUU sabemos de primera mano lo acertado y pertinente de esta comparación. Claro que es lo que ocurre cuando se compara una de las Democracrias fundacionales de Occidente (con sus muchos defectos) con una ‘democracia oligárquica partitocrática’ como la española.

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