El otro día alguien me dijo que los antidisturbios se habían sacado el casco en solidaridad con unos manifestantes. No me he tomado la molestia de comprobar si la información es veraz, aunque en otros países ya ha sucedido, pero de serlo, está poniendo de manifiesto que las cosas están cada vez más torcidas.
Hasta hace poco confiábamos en los políticos, nuestros representantes. Que al fin y al cabo, estaban de nuestro lado y actuaban en defensa nuestra frente a las amenazas que se pudieran producir, vinieran estas de donde vinieran, y que con mayor o menor fortuna, marcaban un camino a seguir para llegar a algún puerto.
Tengo la sensación de estar en una nave sin rumbo. Estamos abordando derroteros por los que se nos había prometido que nunca pasaríamos y nos encontramos metidos de sopetón, sin previo aviso, en las perores calamidades.
Suben los impuestos, se recortan derechos y prestaciones, peligran las retribuciones de los funcionarios, y a pesar de ello, el futuro es cada vez más negro; nos dicen que soltando lastre volaremos más alto, y la realidad es que nos hundimos cada vez más en el cenagal.
¿Son nuestros políticos una marca personal tocada y hundida? ¿Por qué hemos llegado a esta situación? ¿Son merecedores de tanto descrédito?
La respuesta es complicada.
Si la marca personal es la huella que dejamos en el corazón de las demás, lo que la clase política está grabando en mi corazón no es, por el momento, muy edificante salvo algunas excepciones.
En general, como ciudadano me siento lejos de los razonamientos que se están dando. Será porque como soy muy aburrido nunca me he excedido en mi consumo y en mis gastos, no he robado ni estafado a nadie, por lo menos a sabiendas y por lo tanto no me siento culpable de nada. Sin pecado no me veo en la obligación de cumplir ninguna penitencia. Y lo que no estoy dispuesto es a cargar con culpas ajenas y mucho menos a expiarlas.
A pesar de mi formación no entiendo casi nada de lo que está sucediendo y cada día cuando me levanto me pregunto cuantos de mis conciudadanos están en disposición de comprender algo.
Tenemos un modelo político y un sistema electoral que por su propia definición genera distancia entre los representantes públicos y los ciudadanos. Los políticos tienen la obligación de servir a su partido por encima de todo porque en definitiva es quien tiene el poder para auparles o dejarles de lado. La consciencia particular sirve de poco y en caso de contradicción, si no se sigue el viento dominante, las consecuencias son por lo general nefastas y lamentablemente tenemos pruebas recientes.
Entre mandatos los electores no cuentan. Los programas electorales no son de obligatorio cumplimiento, puede hacerse justo lo contrario de lo que se ha anunciado y sometido a las urnas sin que suceda nada de nada.
Y esta situación genera perplejidad, estupor, desamparo y enfado. Esta es la huella que queda grabada y el reflejo de una marca personal en declive.
Estamos en la era de la comunicación. Las posibilidades de llegar a las personas son casi infinitas, las redes sociales abren caminos hasta ahora desconocidos y pueden generar una proximidad y una complicidad muy por encima de cualquier otro medio.
Necesitamos políticos que tengan la valentía de explicar lo que realmente está pasando, de captar lo que el electorado y el país en general quiere y necesita, y hacer comprensibles las medidas que se toman aunque puedan calificarse de impopulares. Sin complicidad con los electores y con la ciudadanía en general, la democracia corre el peligro de perder todavía más fuelle a través de la abstención. Sin proximidad no hay compromiso y es demasiado fácil entrar en el terreno del “todo vale”.
Se ha acabado el tiempo del anonimato, los políticos que no gestionen su marca personal acabarán desapareciendo. Estamos a tiempo enderezar la situación.
Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.
Magnifica reflexión, Jordi. El problema es que, aun existiendo excepciones como bien dices, políticos que hablan claro y recogiendo lo que los electores quieren y necesitan, son ninguneados y ocultados por el sistema. La gente, la masa, aun se deja manejar por la Tv, por su Periódico de siempre (nada de contrastar con otros, o incluso con los digitales) , y traga con las etiquetas que el stablishment pone a quienes amenazan su cortijo.
De todas formas, es gratificante leer cada vez mas reflexiones en esta linea, que deberían extenderse libremente.
Muy buen artículo y gran verdad pero el problema es que dentro de un partido político creo, esta es mi opinión personal, las influencias, los favoritismos, los intereses de partido etc… Están por encima de la buena gestión o imagen que tenga el político. Por ello tenemos a políticos de este nivel… !
Una pena!, deberían de aprender de cómo gestionan su imagen de marca personal en otros países democráticos
De nuevo, Jordi, no puedo estar más de acuerdo contigo, yo tampoco quiero expiar excesos de otros ni creo que sea sostenible este sistema dicho democrático sino se introducen cambios severos en la forma de hacer política oficial (hay toda una política cotidiana de cada cuál de la que no se habla, pero ese es otro tema). Los programas electorales deberían ser como contratos, si no se cumplen al menos el 75% de sus puntos, elecciones. Los políticos deberían sufrir consecuencias por incumplimiento. Lis cambios drásticos de programa habrían de votarse. Y como mínimo deberían explicarse las cosas con humildad, respeto, claridad, sin contradecirse no excusarse en soberbias hirientes, insultos al otro partido y sin escudarse en las posiciones inamovibles de uno contra otro. Cierto, hay mucho trabajo de marca personal (y colectiva) por hacer.
Lo decía hace poco en mi blog (y perdonad que me autocite, es por no repetirme) http://en1000palabras.blogspot.com.es/2012/07/desmontando-los-mitos-del-parado.html?m=1
Estoy harta del discurso de que todos estiramos el brazo más que la manga y que ahora recogemos las tempestades que sembramos. Esta responsabilidad socializada no hace más que diluir las verdaderas responsabilidades que no se juzgan ni se pagan. Y la realidad es que las medidas que se toman van siempre contra los mismos: una clase media empobrecida que no tiene suficiente dinero como para hacer SICAP, a quién la Amnistia fiscal del dinero negro le da un poco de risa, pero que ve reducidos los servicios de sanidad y educación, encarecido el transporte público y los medicamentos, que paga IVA e impuestos cada vez mayores mientras su sueldo es cada vez menor -si no está en paro ya- y que está esperando en estado de shock la próxima bofetada de papá Estado, ahora que nos habíamos vuelto todos padres dialogantes, que escuchan y negocian en vez de pegar y decir «porque lo digo yo».
Y es que a mi, las imposiciones sin razón no me han gustado nunca. En la era de las redes sociales, podemos razonar, por favor?
Buenas tardes Sr. Collell, magnificas reflexiones, totalmente de acuerdo.
Le agradezco que ponga en negro sobre blanco, lo que muchos ciudadanos pensamos.