¿Salvará el Congreso nuestra reputación?

Leía este sábado una reseña en el ES de La Vanguardia sobre Antoni Meucci que no me dejó indiferente. El texto es a propósito  de cómo poner las “Ideas a Buen Recaudo” escrito por Mayte Rius y poco tiene que ver con mi reflexión. Se ve que Meucci era un florentino emigrado a las américas bien dispuesto para los inventos que un buen día y de manera casual descubrió que la electricidad podía transportar la voz humana creando lo que él llamó  “teletrófono” y que ahora conocemos por teléfono. Lo curioso del caso es que por falta de fondos no pudo patentar su hallazgo, contactó con Western Union que era la empresa de telegrafía más importante de la época que no le hizo caso alguno y ni tan siquiera le devolvió los materiales. Dos años más tarde Graham Bell patentó el teléfono y la historia lo ha elevado la categoría de inventor de este aparato hasta el año 2002 en que el congreso de los Estados Unidos reconoció a nuestro Meucci la paternidad del aparato. Bell se llevó la fama y Meucci un disgusto del copón, la vida es así algunos dirán. Todo esto viene a cuento porque lo primero que pensé tras la lectura fue que hubiera sido de Meucci si hubiera vivido en nuestro siglo y hubiera tenido una marca personal potente. No quisiera entrar en demagogias facilonas pero la pregunta viene al caso porque en cada uno de nosotros hay un Meucci capaz de crear si no teléfonos muchas  otras cosas que nos hacen singulares y significantes para la sociedad y que muchas veces no somos capaces de transmitir. Una marca personal fuerte, una reputación sólida que afianzara lo que Meucci sabía hacer que era ni más ni menos que inventar cosas no hubiera dejado indiferentes a posibles inversores para comercializar su invento. Posiblemente el responsable de nuevos productos de Western, de haber tenido la oportunidad, habría tecleado el nombre de Meucci en Google y las atenciones iniciales hubieran sido distintas. Si la falta de visión, siempre posible, o el miedo a relegar el telégrafo a un segundo plano  o cualquier otro motivo hubieran impedido progresar  en la colaboración nuestro hombre utilizando su red de contactos, sus seguidores en las redes profesionales o aprovechando un evento presencial hubiera podido levantar los fondos necesarios para ver cumplido su sueño y Bell ahora sería posiblemente conocido por otros inventos. Sin soberbias que no vienen al caso pero sin falsas modestias que sólo sirven para limitarnos  podemos afirmar que todos  tenemos aportaciones singulares y únicas y que si no las ponemos en conocimiento de los demás pasarán o bien inadvertidas o serán otros quienes acaben desarrollándolas. Desarrollar nuestra propia marca nos permite descubrir aquello que nos apasiona y por lo que queremos vivir, ponerlo en conocimiento de los demás y apasionarlos para que nos sigan y nos den su apoyo. De nosotros depende conseguir lo que queremos y lo más seguro es que no sea el Congreso quien nos salve nuestra reputación. Jordi Collell López / Personal Branding Coach / soymimarca

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