¿En serio? ¿Otro post sobre la Zona de Confort?, por @fransegarrab

¿Otra vez la Zona de Confort?

¡Lo sé, lo sé!, la verdad es que «zona de confort» ya es un concepto que resulta ya algo “cansino” de oír. Quizás lo hayamos usado demasiado y ya se sabe… “la persistencia genera resistencia”.

La verdad es que el concepto de “Zona de Confort” ha pasado de moda. Y es que las personas somos así, cuando algo funciona o tiene tirada, todos nos “subimos al carro” y lo quemamos, lo sobamos desmesuradamente, lo exprimimos, le damos mil vueltas hasta que ya esta tan desgastado, que no sirve para nada y…¡a la basura!

¡Pero tranquil@!, en este post, no te voy a hablar de la susodicha zona confortable, pero si de algo muy relacionado con ella: el miedo. Del miedo y del cambio y de cómo nuestra percepción sobre estas dos dimensiones no juega a nuestro favor.

¿Cambio = miedo?

Asociamos cambio con riesgo. Tomar riesgo para cambiar, para mejorar, tirarse a la piscina…

Pero, ¿y si en realidad fuera todo lo contrario? ¿Y si en realidad lidiar con el cambio y estar constantemente paseando por la orilla del aprendizaje fuera la opción psicológicamente más segura y sana que podemos tomar?

¡Buenas noticias, parece ser que así es, en realidad!

Durante las décadas de los ochenta y noventa, gran parte de los estudios en psicología social se basaron en el estudio del Self.

El Self es la representación que nosotros tenemos de nuestro propio “yo”. Incluye nuestro autoconcepto, nuestra autoestima, nuestra autoimagen, nuestra autoeficacia percibida ante nuevos retos y el cómo entendemos el mundo que nos rodea y también, como creemos que nos perciben los demás.

Una de las cuestiones que más centró la investigación sobre el constructo del Self es resolver la pregunta de si tenemos uno único e invariable, o varias versiones de éste.

Parece que la evidencia científica ha demostrado que en efecto tenemos un solo autoconcepto fundamental de nosotros mismos, pero que en el fondo, aceptamos que nosotros no somos invariables y que podemos (y debemos) cambiar a lo largo del tiempo.

Por ello contemplamos la posibilidad de tener otros posibles Self. Pero no solamente esto, sino que, en realidad, la mejor opción consiste en ser capaces de trabajar la complejidad del propio autoconcepto para generar Selfs alternativos y aventurarnos a aprender otras versiones de nosotros mismos y ser capaces de crear diferentes variabilidades del núcleo de nuestra identidad, siempre que sean positivos y alcanzables.

 

¿Cambio = seguridad?

Algunos datos:

Niendenthal, Setterlund y Wherry (1992) demostraron que las personas que no tienen un numero de posibles “Self positivos” suficientes, son más vulnerables emocionalmente, ya que limitan sus opciones de recuperación cuando sucede un evento vital “traumático” que vuelca el autoconcepto (por ejemplo, quedarse en paro a los 45 años, reinventarse profesionalmente, cambio de país, pérdida de algún familiar…).

Incluso MA Gara (1993), concluyó que no haber desarrollado un auto-concepto complejo, estaba altamente correlacionado con la depresión y las enfermedades relacionadas con el estrés.

Por esta razón, temer al cambio es permanecer la conducta que más riesgo entraña. Propongo aceptar nuestra complejidad, intentar nuevos caminos, nuevas oportunidades de intentar explorar los límites de nuestra personalidad, de ser mejores, de ser peores, de ser iguales, de ser diferentes.…para mantener nuestra personalidad fuerte, segura y resistente a los cambios y vaivenes que se nos plantean durante la vida. Para estar completamente seguros de quienes somos y de quienes no somos en realidad.

Solo ejercitándonos para el cambio, reinterpretando constantemente lo que creemos que ya sabemos, abandonando habitual pero prudentemente nuestro “self conocido”,  seremos capaces de moveremos de la zona de confort a zona más segura en la que podemos estar: la zona del inconformismo y del continuo aprendizaje.

Imagen: Alexander Possingham / Unsplash

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