Arte, artistas y marca personal, por @doctorbrandorg

El desarrollo de una actividad artística y su éxito tienen que ver con muchos factores entre los que se encuentran, sin duda, algunos que tienen que ver con la marca personal. Son de sobra conocidos casos de artistas que hoy son considerados fundamentales por la historiografía y que, sin embargo, pasaron desapercibidos en su tiempo. También sucede lo contrario: artistas hipervalorados en su tiempo sin quizá merecerlo. Un ejemplo clásico de lo primero sería Van Gogh, y de lo segundo, Damien Hirst.

Tratar de definir lo que es un artista es extremadamente complicado. Como es difícil opinar sin acotar el objeto de estudio, vamos a intentarlo. En sentido estricto, podríamos decir que un artista es el que hace obras de arte. Para la UNESCO es «toda persona que crea o participa por su interpretación en la creación o recreación de obras de arte». Me gustaría incluir también una definición con una visión más amplia y holística del asunto, como la que nos da Seth Godin cuando dice que «el arte es la obra de un ser humano. Algo que una persona hace con generosidad para conmover a otra persona y generar una mejora».

Poniendo el asunto en relación con lo que nos ocupa, el producto que un artista ofrece sería la creación de algo que no existía y que genera un valor en el receptor, cliente o espectador; ya sea algo tangible, como la creación de una casa o una silla, o intangible, como propiciar una experiencia estética.

La marca personal tiene muy poco que ver con la fama y con el hecho de ser famoso. Sin embargo, un artista necesita del reconocimiento colectivo de la historiografía que le acredite como tal con su presencia en exposiciones y museos. Por otra parte, es justamente el desarrollo de su auténtica marca personal lo que le llevará hasta allí. Me explico: la marca personal surge al «pasar a limpio» un profundo ejercicio de introspección personal que nos permite activar las capacidades del «quiénes somos».

Por decirlo de otro modo, la marca personal es la huella resultante de la puesta en valor del autoconocimiento.

Podemos asimismo afirmar que un artista expresa plástica y estéticamente sus inquietudes, todo su bagaje de conocimiento, su mundo interior, que nos conmueve. En este sentido, comprobamos que hay unas clarísimas concomitancias entre la actividad artística y el desarrollo de la marca personal. Creo que el aglutinante, el motor, la argamasa que activa todo este engranaje, en ambos casos, es la pasión. Además, ¿no es la pasión transmitida aquello que conecta con nuestras más profundas emociones? Aunque en muchas ocasiones el contexto social, económico o cultural juegue en contra del reconocimiento de un artista, si los condicionantes anteriores se dan —es decir, si está activada su marca personal—, su obra acabará conectando y el reconocimiento llegará de manera natural. Mejor veámoslo con un ejemplo.

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Vladimir Dimitrov

Si te pregunto quién es Vladimir Dimitrov, a no ser que seas conocedor de la cultura búlgara, posiblemente pensarás en un científico, un deportista o puede que incluso en un astronauta ruso o búlgaro.

Vlamidir nació en una familia poco pudiente, por lo que desde muy joven tuvo que aceptar trabajos esporádicos hasta que fue nombrado escribano en el tribunal del distrito de Kyustendil. Con este trabajo cumplió las expectativas familiares para garantizarse un futuro mientras algo ardía en su interior. Esta llama era su vocación y su don para la pintura. En su trabajo no dejaba de llenar hojas o cuadernos de protocolos de dibujos, hasta que sus propios compañeros, los juristas del lugar, se dieron cuenta de su talento y organizaron su primera exposición. Con este apoyo y con el de sus vecinos de Kyustendil, pudo finalmente financiarse sus estudios en la Escuela de Dibujo de Sofía. Allí se entregó compulsivamente a la pasión por su trabajo, y empezó a ser reconocido a través de los concursos que ganaba. Poco a poco el artista fue labrándose un estilo propio que a través de su pasión fue conectando con el pueblo búlgaro, cuya idiosincrasia, paisajes y naturaleza fue capaz de reflejar como nadie.

Así es cómo, si te enfrentas a una obra de este artista, la conexión a través del color y del dibujo se produce aunque nunca hayas oído hablar de él. Es más, diría que el hecho de haber nacido en un país con escasa proyección cultural más allá de sus fronteras ha impedido que la obra de este artista ocupe otro lugar en la historia del arte del siglo XX. Sin embargo, Bulgaria le ha otorgado el título de Maestro sin que Dimitrov hiciera otra cosa más que trabajar en su pasión desde su pasión. ¿Quizá es el hecho de ser un maestro auténtico lo que otorga posteriormente el reconocimiento y la condición de maestro?

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