No es que me haya dado por la astrología ahora… bueno un poco sí. Estuve en Canarias, en uno de los observatorios astronómicos de la Isla de Palma, llamada la Isla bonita por muchas razones que sólo los que la visitan pueden apreciar.
Escuchando al astrofísico español Juan Fernández Macarrón, todo un crack, autor del libro La galaxia en un Campo de Fútbol, que nos explicaba qué poder ver en el cielo y entre Júpiter, constelaciones y nebulosas, me llevé una sorpresa.
Era una noche clara y estrellada. Juan preguntó cuántas estrellas podía ver en el firmamento ¿sabes cuántas? Yo respondí como alumno aventajado ¡millones!
Ja, ja. Tres mil, sólo tres mil estrellas aproximadamente es lo que puedes ver en una noche estrellada. Tres mil estrellas, tan grandes o más que nuestro propio sol.
Cuando piensas en la diferencia tan brutal de la apreciación popular, tres mil estrellas se me quedan en pocas, muy pocas.
Esto, en plenas vacaciones, da mucho rollo para el relax.
Más tarde, a la noche fresca, lo comentábamos en familia, entre mi mujer y mis hijos le dábamos vueltas al tema (yo más que nadie, soy fácilmente impresionable).
Tres mil estrellas, lo pequeños que somos, la vida en otras galaxias, el universo infinito, el big bang, ….
Pero ya incorporado al estrés vital y a la presión laboral, la incertidumbre, la pelea diaria que nos persigue… uno sigue dándole vueltas pero en este otro escenario las conclusiones son diferentes.
Si hubiera millones de estrellas cualquiera podríamos ser una de ellas, y carecería de valor. Pero no hay sitio para todos. Sólo tres mil.
Muchos hemos vivido una etapa que mató nuestros sueños y quitó parte del sentido a nuestras vidas. Algo de nosotros murió entonces. Soñábamos con un lugar entre las estrellas , pero no pudo ser.
Superada la etapa nos introducimos en la era de la supervivencia (leer post), donde nada ha sido fácil.
Nos hemos adaptado, asumiendo el nuevo rol que nos ha encajado de nuevo en la sociedad, insumisos ante sus condiciones y presionados por un entorno cambiante, amenazante. Y el sacrifico y el estrés nos impiden a veces ver más allá, volver a ilusionarnos.
Aquellos que tenemos la suerte de tener a nuestro lado personas positivas, seguras e inalterables (gracias de nuevo Roselvi) pocas veces somos capaces de darles el valor que realmente tienen.
No creo en el destino, sino en la justicia del tiempo que premia y castiga.
Y quiero estar en ese cielo estrellado, ser una estrella entre las tres mil. Llegaré o no llegaré pero viviré en el intento y moriré también en él si no queda otro remedio. Pero quiero estar allí junto a los que quiero y a los que me quieren.
Es cuestión de sueños y objetivos.
Imagen: Mattorb
Pablo Adán Micó. Consultor de marketing y estrategia personal. Docente y conferenciante de Habilidades Directivas y Sociales, Marca Personal y Liderazgo para empresas, centros de formación, universidades y escuelas de negocio. Autor de «Cómo ser una Persona Influyente», «El Reto, estrategia personal para tiempos de incertidumbre» y «SOS tengo un jefe tóxico», entre otros.