He pensado que escribirte estas líneas podría ayudarte a poner las ideas en orden para decidirte a apostar por el desarrollo de tu marca personal y emprender creando el despacho que siempre quisiste tener.
1. Por un lado el mercado es más competitivo y cambiante que nunca y la crisis nos afecta a todos. Atrás quedaron los tiempos en que el prestigio de la abogacía defendía y justificaba cualquier trabajo o minuta, la excelencia de la profesión y el estatus y privilegio que suponía pertenecer a un gran despacho.
No tengas miedo y lucha por tu objetivo. Atrévete. Riesgos? siempre los hay. Pero “el mayor riesgo es no arriesgar”. Estás en un momento óptimo de tu vida para dar este paso, tienes estabilidad personal y un bagaje profesional que te permite pisar fuerte en tu nueva andadura. Ten confianza en ti y no sientas el vértigo de quien se asoma a un insondable y oscuro abismo…hay luz ahí y, lo más importante, tú sabes y puedes generar esa luz. Puedes ganar más proximidad y flexibilidad con tu cliente, gestionar tu tiempo, entablar las colaboraciones profesionales que consideres idóneas y enfrentarte a nuevos retos con una filosofía de trabajo en la que crees y con la que identificarte 100%. Hoy día, si no sientes pasión por tu trabajo, si tu realización profesional no tiene los colores de la personal…el cliente y el mercado lo percibe y te posiciona en un segundo plano. No puedes permitírtelo.
Y conjuga tu marca personal con la marca corporativa de tu nuevo despacho, pues el principal activo de las firmas es su capital humano y éstas no tienen exclusivamente su fortaleza no en ellas mismas sino en la suma de cada uno de los profesionales que las integran. Ambas tendrán que estar alineadas bajo un halo de transparencia, autenticidad, coherencia y seguir la misma estrategia en aras al cumplimiento de unos objetivos. Potenciarás así vuestra marca generando el valor más relevante de ésta: la confianza.