Un grupo de ciudadanos se concentra frente a la vivienda de un político para conseguir que intervenga en un asunto determinado cuando otras vías de comunicación se han agotado, es una imagen que los medios muestran y comentan con frecuencia en los últimos tiempos, es el escrache.

Se trata de una fórmula de protesta que se inició en Latinoamérica, en Argentina para ser más exactos, para pedir medidas contra los represores de la dictadura que gozaban de impunidad y que se está aplicando en España para llamar la atención y exigir acciones concretas al Gobierno por parte de ciudadanos afectados por la crisis y en particular por las hipotecas.
Para los que los políticos que son objeto de escrache la situación no es fácilmente llevadera, les afecta a ellos en un entorno personal, afecta a sus familias y se sienten intimidados.
No voy a entrar a discernir sobre la aceptabilidad o no de esta práctica, para ello ya hay otros foros y en última instancia las leyes y los tribunales, pero si quiero compartir una posible explicación al por qué hemos llegado a esta situación.
A nivel de calle y de las encuestas del CIS de este año los políticos fueron considerados como el tercer problema de los españoles por detrás del paro y de la crisis económica. Hay desconfianza, distancia y una marca personal por los suelos.
A pesar de que sin políticos que nos representen la democracia no se puede sostener, la corrupción y sus derivados han creado un estado de animadversión en su contra y nadie o casi nadie se salva de la quema.
Nuestro sistema electoral que favorece el bipartidismo propicia el distanciamiento de los políticos de su público objetivo que son sus electores, todos nosotros, y en realidad a quien rinden cuentas y pleitesía es a su partido que, a fin de cuentas, es quien les coloca en las listas o no. Los electores se convierten, quiérase o no, en meros refrendadores de una decisión una vez cada cuatro años y, como siempre salvo algunos casos puntuales, si te he visto no me acuerdo. El relato puede parecer demagógico, falaz , pero a falta de distancias más cortas y explicaciones claras es el que se queda grabado en las retinas y en los corazones. Y nuestra democracia se resiente.
Llegados a este punto, cuando los chuzos, en economía, caen de punta, cuando el paro, a pesar de las reformas va en aumento y cuando el número de personas que lo han perdido casi todo no para de crecer, aparece el escrache.
Posiblemente las cosas hayan ido muy lejos, demasiados silencios, pocas soluciones, escasas puertas abiertas a la esperanza y como guinda el estigma de la corrupción como para no tomar cartas sobre el asunto para intentar enderezar la situación.
Nuestros políticos necesitan una reconstrucción de sus marcas personales que tiene que pasar forzosamente por dos puntos: la proximidad con el electorado y la puesta en práctica de soluciones efectivas y por este orden porque las soluciones tienen que venir de las necesidades de las personas y antes de actuar hace falta haber escuchado y preguntado mucho.
En la era de las redes sociales, que es la nuestra, el contacto entre las personas es más fácil que nunca. Todo el que quiera, hay siempre un acto de voluntad, puede escuchar, atender e interactuar con quien se proponga y solo se necesita una buena hoja de ruta para conseguirlo, escudarse en el anonimato no es, para un político, una mala excusa si no una falta de responsabilidad profesional.
Nunca es tarde para ponerse en marcha.
Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.
Muchas de las noticias con las que desayunamos todas las mañanas nos confirman la respuesta. Sin embargo, hay otra pregunta, derivada de esta, que debiera preocupar a más de uno: ¿Cuánto tiempo más van a poder sobrevivir, los políticos y sus partidos, ignorando a sus votantes?.
La situación actual cada vez me recuerda más al Despotismo Ilustrado, a aquella máxima de: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo» y al descontento de una población, que alimentaría el espíritu de la Revolución Francesa.
Seguramente muchos de los que acabarían en la guillotina también pensaron que el «statu quo» era inamovible y les mantendría a salvo.