El absurdo placer de morir en la comodidad

 

¿A quién no le gusta sentirse cómodo?  Tener un entorno agradable, disponer de lo que necesitamos, sentirnos amados y necesarios, tener amigos para compartir, ser competentes en un trabajo o una profesión y, por qué no, tener la certeza que el autobús de la vida pasa cada día por la misma parada. Seguridad y comodidad van cogidas de la mano en cualquier entorno en el que nos movamos y permiten ver el mundo con paz y sosiego.

 

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La comodidad suele traer el acomodo. Acomodarse es dar por buena una determinada situación por el simple hecho de ser conocida, es adaptarse a un entorno desactivando la voluntad de salirse del mismo, es, en definitiva, poner una ventana a la esperanza, al cambio y a la evolución.

 

Cuando nos acomodamos nos instalamos en nuestra zona de confort que es aquel estado en el que la disposición a hacer algo nuevo es como mínimo escasa. Y poco importa que lo que esté pasando sea bueno o malo, porque lo importante es que sea familiar y conocido.

 

En las empresas sucede lo mismo. La repetición genera seguridad que abre la puerta de la comodidad y permite el acomodo de los empleados y de los directivos, claro, que también son humanos. Salir de la zona de confort es complicado porque a nadie le gusta dejar atrás algo seguro para adentrarse en un entorno nuevo y por lo tanto poco conocido pero no salir representa anquilosarse, no adaptarse al entorno y correr el riesgo de desaparecer.

El acomodo, la zona de confort, es un estado y una actitud que neutraliza la mayoría de intentos, normalmente bien intencionados, de motivar a los empleados a moverse. La evaluación del desempeño, los incentivos, la gestión por competencias e iniciativas similares acaban desactivadas por la sombra del acomodo que se instala cuando menos se le espera.

 

Fomentar la gestión de la Marca Personal de los empleados es una buena manera de poner ventanas a las zonas de confort porque genera el hábito saludable de mirar hacia el futuro con una actitud de servicio a las necesidades de los clientes y de la empresa, de trabajar para desarrollar una misión propia alineada con la de la empresa y de estar preguntándose constantemente como adaptar la aportación individual de valor a las necesidades cambiantes del entorno.

 

Las marcas personales fuertes generan empresas innovadoras con empuje para crecer y  con una enorme pereza para instalarse el la zona de confort.

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