“No escribas más de 140 caracteres”. “En la Web nadie lee más de 200 palabras seguidas”. “Emociona”. “Comunica sólo cosas relevantes”. “Escribe información de valor”. “Haz un post de esto, o un tip”. “Nada, sólo un flash”. “Un abstract”. “Una píldora”. “Nadie te escuchará después de un cuarto de hora”. “Esto no tiene story-telling”. “Abrevia”. “Sé interesante”.

Las normas de comunicación digital son claras y ciertas. Cómo también es claro y cierto que, aunque nos cueste reconocerlo, vivimos infoxicados, con una alarmante tendencia a la infobesidad. Somos bombardeados diariamente con kilos de mega-bytes, dedicamos una media de dos horas diarias a gestionar el correo electrónico. Mensajes que sólo algunos pocos, nos interesan. La gran mayoría son spam. Pura basura que nos interrumpe, información corta, instantánea, descontextualizada, que busca llamar nuestra atención y que suele conseguir lo contrario: estrés y desinterés, al final.
La e-mail anxiety o el efecto crackberry acabaran pasando a la historia – casi queda obsoleta, muy años noventa, la imagen de los cuatro ejecutivos agresivos comiendo con los móviles, cual pistolas, encima de la mesa – para dar paso, si no sabemos remediarlo, a la pasividad. A la más pura y absoluta ignorancia hacia lo que recibimos. Aunque solo sea para protegernos.
Lo más paradójico de este efecto boomerang es que todos sabemos que la clave está en la relevancia de la información. “Información de valor”. Término que ya cansa, pero que, en el fondo, va al epicentro de la cuestión. ¿Qué es información de valor? ¿De valor, para quién? Y, ¿quién crea información “buena”?.
Desde el “rincón del vago” hasta a SlideShare, Internet es el paraíso del copión. Del repicador de información. Del retuiteador, del plagiador. Del que hace del “copy-paste” casi una filosofía de vida. Y además, le sale gratis. Sin entrar ahora en el debate de los derechos de autor, es evidente que urgen profesionales que primero, creen información nueva y de calidad y que sepan luego editarla, filtrarla, separar el grano de la paja.
Rohit Bhargava los llama “content curators”, Dolors Reig, socióloga y educadora 3.0, los llama “intermediarios críticos del conocimiento”. Personas con criterio y cultura, especializadas en diferentes áreas, capaces de buscar en la galaxia digital, agrupar y compartir de forma continúa información relevante. O sea, de “curar” o procesar la información para no atragantarnos con ella.
En la era analógica eran documentalistas, bibliotecarios, enciclopedistas, editores. Los podemos llamar cómo queramos. Yo, que soy periodista y defiendo la profesión, hoy los llamaría buenos periodistas digitales. Y pediría que no sean sólo ellos los creadores e intermediarios, sino que a cada uno de nosotros – emigrantes o nativos digitales – se nos dieran todas las herramientas de curación, que existen, para ser nuestros propios editores. Para saber protegernos del alud de información low-cost y quedarnos sólo con la que nos resulta “relevante”.
Periodista y politóloga. Dircom de instituciones públicas y privadas. Comunicación corporativa, marketing de contenidos, Comunicación política, Social Media
Buenos días!
Excelente artículo. En mi opinión la cantidad va en un detrimento de la calidad. En el entorno on line en general y en las redes sociales en particular, la velocidad a la que se transmite la información es tal que en muchas ocasiones la búsqueda de la notoriedad y la presencia en las mismas propicia ese «corta y pega» y como yo los llamo «refritos de información» que provocan esa constante distorsión del «conocimiento», la descontextualización de la información y, en consecuencia, su pérdida de autenticidad y valor.
Efectivamente el entorno digital precisa de esos profesionales que sean capaces de filtrar, seleccionar, contextualizar y ofrecer una información de calidad que no produzca precisamente el efecto contrario: la desinformación.
Tarde, pero….muchas gracias Cristina por tus comentarios. En el fondo el tema de los contenidos es mi pasión. Me ha interesado mucho compartir tus impresiones contigo.