Decía en la versión anterior de este artículo que estábamos en una situación económica muy compleja. Lamentablemente 2 años después seguimos igual o posiblemente peor. Hemos pasado de un tasa de desempleo del 18% al 23%, hemos incrementado en un 50% el volumen de hogares sin cobertura económica (recientemente se ha citado la cifra de 1,5 millones). El nivel de pobreza sigue creciendo. Se habla incluso de que el 2013 tampoco será el año de cambio de la tendencia ya que probablemente hasta 2014 no empezaremos la senda real de la recuperación.
Para ayudar a resolver este problema se ha instalado en nuestra mente el concepto de cambio de modelo productivo: necesitamos una economía innovadora, una economía del conocimiento, etc. Sin embargo un cambio de modelo exige tiempo, esfuerzo y cuidados, y también un cambio de mentalidad. Somos, junto con el resto de países de la cuenca mediterránea, los mejores en el ranking de la “no innovación”.
Me refería en 2010 a la enfermedad de nuestro mercado de trabajo y a la necesidad de articular una serie de cuidados paliativos en forma de contrato único, medidas de flexibilidad en la relación de trabajo, cambios normativos en los criterios de la negociación colectiva, y necesidad de crear un sistema competitivo en la gestión de las políticas activas como elementos clave para que nuestro “enfermo” se sitúe en mejores condiciones para recibir el trasplante que supone este cambio de modelo. En ello si que hemos avanzado ya que alguna de estas medidas están contenidas en la nueva normativa laboral establecida recientemente por el ejecutivo del PP.
Mientras tanto seguimos sin realmente fundamentar los cambios estructurales y sobre todo culturales en los que debería de fundarse nuestro nuevo modelo productivo. Cambios que de acuerdo con lo recientemente afirmado por Juan Roig, Presidente de Mercadona, exigen implantar una nueva cultura del esfuerzo a lo que yo añadiría riesgo. Probablemente sea necesario impulsar la figura del emprendedor pero si no cambiamos nuestro esquema de valores, nuestro modelo educativo y algunas cosas más (entre ellas el acceso al crédito) queda mucho para situarnos en el camino adecuado.
Medidas como las de potenciar la innovación mediante un desarrollo intenso y sostenido de la calidad de nuestro capital humano, exige, incrementar la formación y el nivel de idiomas de nuestros jóvenes. Necesitamos cambiar el modelo formativo de nuestro país y hacerlo urgentemente, necesitamos implantar de nuevo una cultura de esfuerzo en nuestros jóvenes, necesitamos, entre muchas otras cosas y aunque esta pueda parecer una medida poco relevante, dejar de traducir todas las películas y las series de televisión.
Si los indicadores de alto fracaso escolar y la disgregación de un sistema universitario centrado únicamente en sus propias necesidades, son los elementos más relevantes de nuestra realidad educacional, no parece el mejor caldo de cultivo para potenciar la innovación. Aunque no soy, evidentemente un especialista en temas educativos, ni pretendo serlo, si me sorprende que nadie parezca estar preocupado por un sistema que permite que el 60% de los estudiantes universitarios no finalicen sus estudios, que no haya estímulos reales ni apoyo a las personas con más capacidad y que no se produzca un proceso de selección en base a las necesidades futuras del mercado de trabajo. Me pregunto si tiene sentido tener un volumen muy importante de titulados universitarios si éstos posteriormente no consiguen desarrollar actividades profesionales relacionadas con su formación. Y no se muy bien si sólo con cambios en los modelos educativos será posible resolver este problema.
La segunda idea para potenciar un cambio en el modelo productivo sería el fomento del riesgo, o dicho de otra manera, el espíritu emprendedor. He estado durante muchos años en contacto con profesionales en situación de cambio y que se planteaban como alternativa profesional la creación de un proyecto empresarial. Pues bien muchos lo hacían solamente como alternativa, una vez habían constatado las dificultades para reincorporarse al mercado de trabajo por cuenta ajena. No tenemos en nuestro “ADN” una cultura de emprendedores.
Más allá de las iniciativas, selectas y que sin dudas razonables, es indudable que muchos de nuestros jóvenes –y más en estos momentos de dificultades- visualizan como única alternativa profesional un puesto de trabajo en la administración pública. Recientemente el PAIS señalaba que más del 50% de nuestros jóvenes sueñan con trabajar en la administración pública. O sea lo más alejado del espíritu emprendedor. Es posible que una parte de esta demanda está condicionada por las dificultades de acceder a un empleo que tienen nuestros jóvenes (nos debería de caer la cara de vergüenza cuando somos capaces de mantener unos ratios de desempleo en nuestros jóvenes cercanos al 45%). Mientras tanto creo que todos tenemos claro que nuestra realidad social no favorece sino que inclusive penaliza el esfuerzo, la asunción del riesgo y los intentos de emprender.
La última idea, conectada si cabe con la anterior es el esfuerzo inversor. Y cuando me refiero a este tipo de esfuerzo no me refiero únicamente a la necesaria adaptación de nuestro sistema financiero a este tipo de demandas sino a la potenciación del riesgo y del cambio en el modelo de los negocios, que en mucho caso exigen de la implantación y puesta en marcha de nuevas formas organizativas más flexibles que fomenten la creatividad en el seno de las organizaciones.
Desconozco de cuanto tiempo disponemos, pero es indudable que sin cambios en nuestro modelo educativo y la potenciación del espíritu del cambio y de la capacidad emprendedora no nos queda otro futuro que ser más pobres de lo que hemos sido legando a las próximas generaciones una realidad que probablemente no queríamos para nosotros mismos.
Emprendedor, Consultor en Orientación Profesional y Coach. Fue uno de los pioneros en el uso de las metodologías de Orientación Profesional y Coaching en España. Licenciado en Ciencias del Trabajo, tiene un Diploma en Psicología Industrial y un Master en Relaciones Laborales. Ha trabajado en los ámbitos de la gestión de RRHH y la consultoría en Capital Humano, Empleo, y Orientación Profesional. Consejero Delegado de Alius Modus, diana.jobs, y Redes Sociales Profesionales. Autor del blog “no tengas miedo de hacerlo mejor”.
Completamente de acuerdo con todo lo expuesto en este sensacional post de Pau Hortal. El desarrollo económico de cualquier colectivo hoy en día depende de la revisión de los sistemas educativos tradicionales ante el reto de la inminente obsolescencia para, entre otros argumentos, favorecer la cultura emprendedora, inestimable motor económico. Desde mi punto de vista personal y, desde luego, el de @ProActivaT, el sistema educativo debe poner especial énfasis en valores actualmente fundamentales como el esfuerzo que expone magistralmente el Sr. Hortal, el desarrollo de la autonomía, la creatividad, la búsqueda de la pasión individual, el desempeño digital y, cómo no, el trabajo colaborativo. El empuje de la producción y de la productividad dependen de la superación de la tradición del ladrillo a través de ideas imaginativas y creativas que vehiculen una nueva cultura productiva y, desde luego, de ese síndrome del opositor del que habla Hortal y de otro que aún se me antoja más pernicioso, el del subsidiarismo. Muchas gracias por el contenido que ofrecéis en este post y por la atención.
Saludos a toda la familia de Soymimarca. Enorme labor la vuestra.
Todo esto está muy bien. Para que se puedan implementar todas estas ideas la gente primero tiene que empezar a plantearse que el cambio es individual y que ocurre por dentro. Estas reformas requieren de una revolución en la consciencia humana. Es la base que tenemos que plantearnos cada uno de nosotros si queremos ser la voz de la innovación. Es un compromiso profundo que requiere mucho coraje. Qué os parece este compromiso?
Pienso en positivo, tenemos tiempo, no quizás para salvar el sistema actual, sino para crear uno paralelo con lo que se piensa.
No podemos pedirle a las universidades y escuelas que eduquen emprendedores (aunque hay unos pocos que sí lo hacen) porque la educación tradicional cambia demasiado lenta. Con esto no digo que sea malo ir a la universidad, pero sí hay que entender que debemos aprender nuevas cosas que están fuera de ellos.
El emprendedor es el único capaz de producir riquezas y crear empleo, por lo que debemos de cuidarlo.
Muchas gracias a todos por vuestros seguimiento y vuestros comentarios que hago extensivo a soy mi marca por acogerlos. En todo caso quiero remarcar que aunque necesitamos más emprendedores y es bueno que les cuidemos, formemos y desarrollemos no sólo éstos podrán sacarnos del «pozo» en el que probablemente nos encontramos. Hoy mismo repasando mi blog releía un comentario publicado en junio del 2012 que lamentablemente sigue siendo totalmente válido en el que mencionaba bajo el título de disfunciones entre lo real y lo importante la necesidad de cambio y reforma de nuestra clase política.
Gracias a todos.
Pau