Ada Colau, sin concesiones

Ada Colau (Barcelona 1974) no hace concesiones. Es tan fuerte en sus ideas como en su determinación. En permanente combate contra el sistema, ataca con vehemencia a su casta de poderosos. Estratega y comunicadora eficaz. Su liderazgo social se ha construido a base de ejercer de voz de los desamparados. Heroína del pueblo, el personaje es una mezcla entre Rosa Luxemburgo y Eva Perón. Ideología y emoción, Ada Colau se ha convertido para los que sufren las durísimas consecuencias de esta crisis en alguien que ha unido su destino al de ellos y para los que quieren un cambio de sistema, en alguien que tiene el valor para impulsar su transformación llamando a las cosas por su nombre.

Es credibilidad porque llama criminal al representante de la Asociación Española de la Banca (AEB) en sede parlamentaria y porque ni las pequeñas victorias han suavizado la contundencia de sus denuncias. Es una activista con un acusado perfil mediático, pero lo medios de comunicación la han comprado porque es verdad. Una verdad que confirman, precisamente, los que la colocaron en el punto de mira desde el mismo momento que puso en situación de alerta al Estado mayor del sistema financiero español.

Ada-Colau-para-Jot-DownSu principal éxito, en todo caso no ha sido parar unos cientos de deshaucios junto con la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), que no es poco. Lo verdaderamente interesante y potente a la vez, es como se ha erigido en una mega-coacher para miles de personas que han dejado de sentirse culpables y avergonzadas por no poder pagar su hipoteca, para pasar a considerarse víctimas de la especulación de la banca y, desde la recuperación de su autoestima, convertirse en agentes de su propio futuro. Ha roto con el marco de referencia colectivo y cultural para abrir uno nuevo incompatible con la resignación. Garantiza el cambio a través de la fraternidad entre iguales, la confrontación directa y sin complejos con las personas e instituciones que perpetúan la injusticia y la propuesta de modelos económicos y sociales alternativos. Ada Colau cree firmemente que es así como se puede.

Pero su obstinación, la manera como expresa sus convicciones y acusa a sus adversarios también puede generar inquietud. Sobretodo entre aquellos que aún simpatizando con ella, preferirían una puesta en escena más suave. Sin percatarse, o quien sabe si asumiéndolo, Ada Colau podría estar ahuyentando apoyos y simpatías de aquellos que pueden ver en su relato más rigidez que convicción, más denuncia que propuesta y más ruptura que evolución. Quizás lo tenga asumido y sea en ese terreno en que prefiere construir su marca, pero esa decisión puede reducir su recorrido político y encajonarla en un personaje necesario pero insuficiente.

Llegará el tiempo en que tocará contemporizar, negociar y construir estrategias a largo plazo. Se verá entonces si el personaje, orientado al combate sin concesiones, sabrá reinventarse para ser tan eficaz en escenarios económicos y sociales diferentes. ¿Sabrá cambiar sus pinturas de guerra por responsabilidad institucional sin perder autenticidad? Si la respuesta es sí, Ada Colau habrá llegado para quedarse.

Fotografía: Alberto Gamazo

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