Las decisiones no vienen de la nada, necesitan su tiempo. Nuestras decisiones, como los buenos vinos, precisan un tiempo de maduración para convertirse en excelentes, y cuando las tomamos presionados por las prisas corremos el riesgo de equivocarnos. El mejor no es quien decide rápido si no quien decide correctamente.
Cuando pido tiempo para dar una respuesta a un asunto importante algunos de mis interlocutores se quedan atónitos y me recriminan el hecho de que viniendo yo del mundo de la dirección de empresas no me guste tomar decisiones instantáneas. Lo siento pero yo me tomo mi tiempo y si una oportunidad pasa de largo por no haber sabido esperar es que no era tal oportunidad.
Para poder ver las cosas claras, para ser clarividente, a veces hace falta apagar el interruptor y dar tiempo a nuestra mente y a nuestro corazón para procesar toda la información disponible. La información la procesamos a través de filtros lógicos y emocionales y para que los resultados sean realmente eficaces y tengan en cuenta todas las posibilidades no podemos ir con prisas ni por impulsos. Tomarnos un respiro nos ayudará a que las decisiones sean las adecuadas.
Para poder decidir necesitamos acumular toda la información disponible, analizar los pros y los contras, hacernos las preguntas adecuadas, valorar alternativas y analizar las posibles consecuencias, siendo conscientes que con esto hemos recorrido sólo una parte del camino. Después hemos de escuchar nuestra voz interior, estar atentos a nuestras sensaciones y, sin cortarnos ni limitarnos, dejar fluir nuestra intuición. En la toma de decisiones la parte izquierda y racional de nuestro cerebro tiene que estar coordinada con la parte derecha, creativa e intuitiva, porque sólo así conseguiremos el necesario equilibrio para sentirnos satisfechos y de este modo las acciones que emprendamos tendrán mayores garantías de éxito.
El silencio siempre tiene valor. Me refiero al silencio que impulsa que es el de la calma antes de la batalla. No debemos confundir el silencio necesario para tomar impulso con la indecisión porque el indeciso es aquel que vive inmerso en el mundo de la duda y de la falta de compromiso. Aceptar el silencio, dejar madurar las ideas es apostar por el compromiso por hacer las cosas a consciencia asumiendo las consecuencias. De todos modos los silencios no pueden ser eternos, en esto estamos de acuerdo.
Así pues la próxima vez que vayamos a tomar decisiones importantes lo mejor es dejarlas descansar y consultarlas con la almohada, los resultados nos sorprenderán y dejaremos huella.
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Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.
Gracias Jordi por tu artículo, asocio tus palabras con el ritmo que tienen los sistemas vivos en su crecimiento, tienen su tiempo, en las demoras en tomar una decisión también hay información útil. Captar esa información requiere saber escuchar, en ese sentido el silencio se convierte en un aliado para escuchar ESO que es importante en las decisiones y que puede ayudar a respetar el crecimiento optimo de los sistemas que queremos cambiar o en los que queremos influir.