Me importas, por eso no descuido mi imagen ni un solo día, por @jordicollell

Lo que se ve de nosotros es importante. Al final las primeras impresiones son las que cuentan, y mucho, en la opinión que los demás se forman de nosotros. Es así porque entre otras cosas somos imagen, lenguaje no verbal y de manera consciente o no nos pasamos la vida entera comunicando.

Lo que es válido para las primeras impresiones también lo es para las relaciones continuadas. Nuestro aspecto, nuestra manera de vestir y lo que expresamos con nuestro cuerpo son indicativos de nuestro estado de ánimo y de nuestra manera de ser y estar en cualquier circunstancia.

Aunque nuestra imagen sea importante, no podemos perder de vista que todavía lo es más lo que queremos transmitir, nuestro mensaje. Imagen y lenguaje no verbal son un medio para que el mensaje llegue con fuerza al receptor y no un fin en si mismos y por esto es fundamental que seamos plenamente conscientes de lo que transmitimos o podemos correr el riesgo de que el medio mate el mensaje.

Cuando hablamos de imagen nos estamos refiriendo a cómo nos perciben los demás, a nuestra marca personal, y no olvidemos que sin ellos, sin los demás, no tendrían sentido ni la imagen ni la marca personal. Nuestra marca personal existe porque los demás están aquí.

Generalmente asociamos nuestra imagen a un entorno profesional o a situaciones en las que nos interesa especialmente destacar para deslumbrar o seducir pero ¿qué pasa con el día a día? ¿qué pasa con las personas que tenemos más cerca de las que queremos y sabemos que nos quieren?
Para que el mensaje prevalezca por encima de todo, que es el caso de las relaciones profesionales, María Asunción Sánchez apuesta por mantener una neutralidad clara y simple mientras que para deslumbrar o seducir la opción es la opuesta. En las relaciones cotidianas, de amistad o de pareja, la imagen sigue siendo importante. Si la cara, y por extensión el aspecto, es el espejo del alma ¿tiene sentido minimizarlo cuando priman el afecto, el amor y la amistad?

Dicho de otra manera, ¿es razonable dejar de gestionar nuestra marca personal fuera de los entornos profesionales o enfocados a un fin material concreto?
En No Imagen, María A. Sánchez, afirma que “si vamos a un lugar en el que se nos quiere, la imagen es lo de menos, y si no se nos quiere, ¿para qué vamos?. En mi opinión la apariencia es una herramienta de comunicación cuando no hay afecto”.

Aunque sea una opinión de la autora su contenido es como un mantra que en muchos ambientes se repite a través de diversas formulaciones y tengo que decir que me preocupa. Si bien es cierto que quien bien nos quiere lo hará más allá de nuestro aspecto físico, la indiferencia hacia la percepción que el que nos quiere tiene de nosotros ¿no es de por si una manera de rebajar o desvalorizar la relación? Si con el cuerpo, y a través de nuestra imagen, podemos expresar amor, pasión, interés, proximidad, exclusividad y muchas más cosas ¿por qué aceptamos que la neutralidad mate estas posibilidades de mensaje?

La imagen no es el todo, en palabras de Walter Riso “si la autoafirmación personal, es decir, lo que valgo como ser humano depende de mi belleza física, esto indica una alarmante inversión de valores” pero si nos despreocupamos, mucho o poco, por la misma cuando estamos en círculos personales o íntimos ¿no será que estamos abriendo la puerta a la rutina y sembrando la semilla del desamor?

Imagen: Freepik

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