El año se acaba y en dos semanas estrenaremos otro, nuevo y reluciente, que llenaremos de buenos deseos. Estamos en época de inventario y resultados para saber lo que nos llevamos del periodo que cerramos y de planificación para poder poner los elementos que nos permitirán dentro de doce meses haber crecido, mejorado y cambiado. Hacer planes y pensar en el futuro nos permite anticipar la visión de lo que esperamos, nos ayuda a poner los medios más adecuados para poder alcanzar nuestros objetivos y es uno de los ejercicios básicos de marca personal porque la marca personal se conjuga en presente y en futuro.
Muchas veces nuestro optimismo nos lleva a vivir el presente en clave de futuro como si ya tuviéramos en nuestras manos lo que esperamos para, de este modo, lanzar un conjuro que nos permita que nuestros planes sean realidad pase lo que pase. Afortunadamente ni nosotros ni nadie tenemos la capacidad de marcar el ritmo de los acontecimientos y por mucho que nos empeñemos las cosas pueden ir de un modo muy distinto al que esperábamos sin que tengamos muchas posibilidades de influir sobre ellas porque se han situado fuera de nuestro control. De nuestra capacidad de redefinir los objetivos y de reconstruir nuestra hoja de ruta dependerá que nos hundamos en la desesperanza o que sigamos avanzando.
Frente a muchas falsas creencias que todavía están lamentablemente vigentes nosotros no somos los responsables de todo lo que nos pueda ocurrir y es falso de que todo dependa de nuestra actitud. Lo que si es cierto que si tenemos claro lo que es importante para nosotros, si tenemos una visión bien trabajada seremos capaces de acabar reconduciendo las situaciones hacia nuestro terreno.
Hace muchos años era directivo de una empresa integrada en un grupo multinacional importante. Habíamos salido de un situación de crisis motivada por una caída de la demanda y por cambios en el entorno que habían desconfigurado la estructura de costes y conseguido realizar los cambios necesarios para volver a la situación de beneficio sostenido cuando, sin avisar, nos anunciaron que estábamos en venta. La nueva situación significaba de entrada o bien la salida del equipo directivo de la empresa porque ya había ofertas de empresas del mismo sector que querían reducir la competencia o volver a pasar los exámenes de rigor para mantener un puesto de trabajo que ya nos habíamos ganado con matrícula de honor. Podíamos hacer varias cosas, lamentarnos por nuestra desgracia, huir abandonando el trabajo bien hecho o pensar en una alternativa que fuera coherente con lo que estábamos persiguiendo y que garantizara la continuidad de la compañía y de las personas que la formaban empezando por nosotros, los directivos.
La alternativa que decidimos tomar fue la menos evidente de entrada: comprar la empresa al grupo multinacional propietario. Significaba tener que buscar de entrada unos fondos de los que no disponíamos y por lo tanto endeudarnos, convencer a nuestras familias que se verían afectadas por la nueva situación y salir de la zona de confort que suponía pasar de un estatus de empleado con una situación de riesgo limitado a asumir al completo la responsabilidad de la gestión y del futuro profesional de las personas que formaban la compañía en el sentido más amplio.
Tuvimos apoyos, sin ellos no hubiéramos podido tirar adelante pero también hubo quien nos intentó poner palos en las ruedas a través de la crítica negativa, el miedo y el desánimo y tuvimos que neutralizar su efecto.
¿Por qué tomamos esta decisión y no otra? ¿Fue producto del azar o por ambición? Simplemente la tomamos porque estaba alineada con nuestra visión personal que era de manera no formalizada ayudar a crecer a las empresas y a las personas para conseguir un mundo mejor. Y la apuesta fue la correcta porque conseguimos lo que nos proponíamos, en tres años éramos la primera empresa del sector y mantuvimos a todas las personas en su puesto y creamos más ocupación.
La gran enseñanza que yo he obtenido de esta experiencia es que frente a una situación en la que se nos tuercen los planes para no quedarse bloqueado y tirar adelante es:
Dejar de lado las creencias establecidas y buscar una nueva manera de ver e interpretar la realidad. Todo es reinterpretable si sintoniza con nuestra visión.
Ser imaginativo en las soluciones y no centrarse en las evidentes.
Salir de la zona de confort y aceptar que sin aceptar un nivel razonable de riesgo es difícil avanzar.
Buscar las alianzas que nos fortalezcan y desechar las personas tóxicas que quieran frenarnos.
Gestionar nuestra marca personal porque nos proporcionará la toma de consciencia de nuestro foco, de nuestra visión, misión y valores y de nuestras competencias y hacerlo antes de que la necesidad aceche. Recordad lo que digo desde hace mucho tiempo: si nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena , si comenzamos a gestionar nuestra marca cuando estamos con el agua al cuello tendremos doble trabajo y las posibilidades de éxito serán menores.
Que las reflexiones de fin de año os sean propicias, que los buenos propósitos iluminen el camino del año nuevo y si las cosas se tuercen recordad este post.
Imagen: Jay Mantri CC photo / Magdeleine
PD: Os recordamos que el día de Navidad, como cada año, tendréis nuestro regalo en forma de ebook con la mejor cosecha del año de 20 autores.
Asesor de marca personal y socio de Soymimarca / Profesor Asociado en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y Director del Posgrado en Personal Branding en la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) / Economista (UAB). / PDD & MBA (IESE Business School & The University of Chicago). / Coach titulado (University of Texas, Dallas). Miembro de AECOP. / Miembro certificado de la International Coach Federation ( Associate Certified Coach). / 25 años CFO,CEO. Co fundador del Grupo Sintax Logistica.