Ayer leía en Puro Marketing que el 89% de los españoles consume marcas blancas y que su aceptación va al alza. Por supuesto, se refieren a marcas que amparan productos de gran consumo, como alimentación, limpieza, cosmética… ¿Y los profesionales? ¿Podemos los profesionales convertirnos en marcas blancas?
Tengamos en cuenta que detrás de toda marca blanca suele haber una Marca
Por supuesto que hay profesionales de marca blanca. Millones de ellos. Son todos aquellos cuya marca queda tapada por la de la organización para la que trabajan. Claro y simple. Cuando llamas a una empresa y pides que te pongan en contacto con un profesional (sin nombre y apellidos) para resolver un problema o atacar una oportunidad, la empresa (Marca), te envía un producto de marca blanca. No tiene entidad propia, sino que «chupa» identidad de la nave nodriza, que actúa como garante de la transacción.
Tenemos ejemplos a miles. Hay grandes consultoras del mundo del derecho, de RRHH, de negocios, de construcción, que hay invertido muchos recursos en crear una marca corporativa lo suficientemente fuerte como para que cualquier profesional que la represente sea percibido como «the best of the best» aún sin saber si lo es o no. «Contratemos a un abogado del bufete talycual, con este seguro que ganamos el caso»: es una frase recurrente en nuestro mundo de grandes marcas.
¿Te encuentras en este caso? ¿Trabajas en una gran compañía en la que tu nombre es uno más?
Pues recuerda la frase de mi amigo Andrés Pérez Ortega: Si eres uno más, serás uno menos. Aquí se trata de debatirse entre ser producto o marca. Y creedme, es mejor ser marca, ya que detrás siempre hay una propuesta de valor.
¿Cómo hacerlo?
Lo ideal es que la propia compañía promueva la idea de convertir a sus profesionales en embajadores de marca. Es una decisión acertada en todos lo casos que conozco. Por un lado, la empresa refuerza vínculos con sus profesionales (por favor, dejemos ya esa jerga anticuada de «empleados») y los convierte en poderosos canales de comunicación externa. Por otro lado, los profesionales pueden desarrollar su propia marca sin estar «tapados». Muchos directivos temen aplicar este programa: piensan que si promueven a su gente, se les irá. Y tienen razón, pero inversa, se largarán si no les promueven.
Si la compañía no pone nada de su parte, nada ni nadie puede prohibir a un profesional participar en foros (offline y online), dar alguna clase de vez en cuando, asistir fuera de horas a eventos de networking, trabajar en un blog sobre aficiones personales, interactuar en redes como Twitter o Linkedin con otros ususarios…
Recuerda, si eres marca blanca es porque lo permites.
Consultor, formador y conferenciante sobre personal branding.
Socio fundador y Personal Brander en Soymimarca.
Convencido de que todo deja marca, ayudo a humanizar empresas y ayudo a profesionales a proyectar su marca para lograr sus objetivos.
Además de Soymimarca, soy socio en Integra Personal Branding México, y Director de Branding en Omnia Branding.
Profesor en ISDI, en el EMBA de IESE. Publicitario colegiado, master en Mkt y estudiante de grado de Humanidades (UOC).
Mi ADN está formado por experiencias en Tiempo/BBDO, J.W.T., Bassat Ogilvy, Saatchi & Saatchi, Altraforma y TVLowCost entre otras.
guillemrecolons.com
Hola Guillem, muy interesante punto de vista. Me apunto la frase de Andrés Pérez «si eres uno más eres uno menos».
Saludos
David Gómez
Gracias David. Sin duda es una gran verdad la de Andrés, de las que duelen pero de las que invitan a reflexión.
Hola Guillem, gracias por tu entrada. Existen cada día más perfiles dentro de las compañías con un gran poder de influencia en la Red y con una actitud marcadamente 2.0. Esas empresas por lo general lo suelen desconocer, perdiendo la posibilidad de amplificar sus mensajes corporativos.
La idea es generar una marca empresarial evolucionada en la que ayuden las mejores marcas personales de aquellos que forman parte de dicha organización.
Toda la razón, Miguel Ángel. Es la historia de una oportunidad perdida por parte de muchos empresarios. Pero sí, algo se está moviendo, lentamente pero sin detenerse. Gracias por escribir.
Un saludo
Al hablar de «marca blanca», antes pensábamos en un producto más barato y posiblemente de una calidad inferior al avalado por una marca top of mind.
Actualmente, y tras la revolución Mercadona sobre el concepto de «marca blanca», el público empieza a percibir estos productos como algo más baratos pero sin una significativa merma en su calidad.
La justificación de un menor precio saben que viene dada por el ahorro en inversión publicitaria, los menores costos en general de su marketing mix y reducidos o nulos gastos en I+D+i.
Sin olvidar el momento de crisis general, favorecedor de su auge, creo que las marcas de distribución se han hecho un hueco propio en el mercado y, mal que les pese a algunos, han venido para quedarse.
Algo parecido está pasando con nuestro oficio. Desde hace más de una década, las grandes agencias, han venido sufriendo la «dictadura de la bolsas» que les obligaba a dar cada año más beneficio a sus accionistas a costa de lo que fuera. Este «a costa de lo que fuera» acabó convirtiéndose en su propio capital humano. Y con ello de su talento; la materia prima de su negocio.
Una ingente cantidad de profesionales, demasiado jóvenes para jubilarse y demasiado mayores -sobre todo en sueldo- para volver a una agencia.
Los que les obligó -nos obligó- a convertirse en algo parecido a una «marca blanca»: mismo talento y capacidad que una gran agencia, pero con menos gastos de estructura, lo que supone menos costes finales por un mismo servicio.
Hace tiempo que los clientes son conscientes de esta realidad y muchos de ellos, y no poco importantes, han empezado a consumir estas «marcas blancas»; profesionales freelance o pequeños estudios/agencia, no amparados bajo el paraguas de una marca/agencia multinacional.
De la misma forma que en los productos de distribución, estas «marcas blancas» de la publicidad están en auge. Han venido para quedarse y disputarse el mercado, en algunos casos de tú a tú, con las grandes agencias. En otros, para poner la buena publicidad al alcance de anunciantes que, por filosofía o presupuesto, no pueden acceder a una «agencia grande» pero que necesitan todo ese expertise para alcanzar sus objetivos de marketing o comunicación.
Tal vez, la denominación «marca blanca» no sea la más adecuada en este caso, pero si demuestra que, al final, lo importante no es con qué agencia trabajas, sino quién está trabajando para ti dentro de esa agencia. Y ese «quién» es la «marca blanca» que deberían aprender a comparar los anunciantes.
Ramón, el artículo reivindica precisamente que el profesional que trabaja en una gran estructura/marca es una marca blanca, mientras que el que ha montado su propio negocio ha creado una marca propia. Al menos así lo veo yo.
Antes, cuando ibas a ver a un cliente, lo hacías como «el profesional de la agencia o empresa X», ahora lo haces como Ramón Lombera, tu marca.
Gracias por escribir!
Como bien dices al inicio del debate, una «marca blanca» también es una marca.
Pero si tuviera que hacer el símil entre los productos de distribución y nuestro oficio, no veo tan claro que el profesional que trabaja en la agencia X sea una marca blanca, ya que en ese momento él es la marca X.
Tal vez, la conclusión a la que me hace llegar esta reflexión es que, por activa o por pasiva, un profesional publicitario nunca puede llegar a ser una «marca blanca».
Por otra parte quién, en este oficio, aspira a convertirse en una «marca blanca».
Hacerlo, no iría en contra de los preceptos básicos que intentamos hacer entender a nuestros clientes.
Lo que nos devuelve a la frase de Andrés Pérez; » Si eres uno más, eres uno menos». ¿Quién quiere o puede permitirse, hoy por hoy, ser uno menos?
Gracias por este debate que obliga a una sana introspección.